Las enfermedades reumáticas, aunque poco frecuentes no son raras y tienen un gran potencial para afectar la calidad de vida de la persona afectada y su entorno familiar y laboral. Por lo anterior, es fundamental la detección temprana para poder realizar las intervenciones pertinentes para impactar de forma positiva el pronóstico de la enfermedad y evitar complicaciones.

Uno de los síntomas más frecuentes es la artritis. Esta consiste en dolor e inflamación de una o varias articulaciones. En muchas ocasiones está relacionada a una enfermedad autoinmune o inflamatoria como la artritis reumatoide, el lupus eritematoso sistémico o las espondiloartritis.

Aunque causan gran limitación y dolor, en muchas ocasiones la artritis puede estar precedida por síntomas sutiles o incluso hinchazón que no es obvia. Por este motivo es importante tener en cuenta signos de alarma para buscar atención médica en caso de tener hallazgos que sugieran que pueda haber una artritis o que una esté empezando.

El dolor articular y la sensación de rigidez en las primeras horas de la mañana, que mejoran o disminuyen con la actividad, son unos de los primeros síntomas en aparecer. La rigidez no se debe confundir con calambres o sensación de entumecimiento. Muchas veces esta sensación de rigidez puede ir asociada de dolor o dificultad para empuñar.

El dolor que no mejora con el reposo o que reaparece luego de inactividad es muy sugestivo de inflamación y una posible artritis. Además, si el dolor tiene una gran mejoría con el uso de antiinflamatorios es otro signo de alarma para tener en cuenta.

La hinchazón, el calor y el rubor de la articulación afectada son signos más obvios de artritis y siempre obligan a tener una evaluación.

Las artritis crónicas, como en la artritis reumatoide o las espondiloartritis, rara vez se auto limitan. Por este motivo un dolor articular que lleve más de 6 semanas y, sobre todo, que cumpla con los signos de alarma anteriores siempre debe tener una evaluación por reumatología.